¿Qué pasa si fallan todos los motores?

Autor: Peter Mertens, Libro: En pais de acaparadores, 2018

Traducción: www.jaimelago.org

 

"No, las cosas no van bien en Europa, da igual lo que diga Ángela Merkel. Es verdad, la crisis económica global no estaba a debate durante la campaña. Tampoco los 13 millones de pobres y los millones de personas que trabajan por menos de 8 euros a la hora en su país. Los medios alemanes hablan de coyuntura. Afirman que la zona euro está saliendo de la recesión. O, como dijo Merkel, "Mit Duetschland geht es weiter gut", en Alemania todo va mejor."

Con estas palabras come una intervención en un debate en la universidad, apenas cuatro días después de las elecciones al Bundestag. “No hay una recuperación real. Lo podemos ver en tres factores: el enorme problema de desempleo masivo, la falta de inversión productiva y la problemática situación del sector bancario. Si se mantienen estos factores, no se puede excluir un escenario japonés. Que podría conducir a un estancamiento a largo plazo, sin crecimiento real. El motor de la recuperación falla en todos los planos: las familias no consumen, las autoridades públicas reducen las inversiones y las empresas privadas tampoco invierten, prefieren permanecer sentadas sobre una enorme montaña de dinero en efectivo.” [i]

Han pasado cuatro años desde entonces. Este análisis ¿sigue siendo válido hoy en día? ¿Qué pasó con esos tres motores, el consumo, las inversiones públicas y las privadas? Durante años, los economistas liberales repetían una y otra vez que teníamos que hacer recortes al máximo, para que los empresarios y los consumidores recobrasen la “confianza”, para que la economía volviese a ganar impulso y para que las empresas invirtiesen de nuevo. Según ellos, todos los “costes” que constriñen a las grandes empresas deben bajar: salarios, cotizaciones a la seguridad social e impuestos. Debemos limitar las intervenciones del Estado y la protección social, nos repitieron sin cesar durante 8 años. Privatizando las empresas públicas podremos penetrar en nuevos mercados. Y después, las grandes empresas volverán a invertir de nuevo. ¿en serio?

 

500 millones de personas han visto disminuir o congelarse sus ingresos

En Europa, el balance de la crisis es extremadamente pesado. Entre julio de 2008 y julio de 2013 millones de personas perdieron sus empleos. En 2008, según cifras oficiales, había 16 millones de solicitantes de empleo en la Unión Europea. Cinco años más tarde eran 26 millones. Hoy esa cifra ha bajado a 21 millones. Buena noticia, podríamos decir, si no fuese porque se debe principalmente al aumento de los mini-empleos, los trabajos temporales y los trabajos a tiempo parcial. Desde 2013 se han creado 5 millones de puestos de trabajo a tiempo parcial. En la actualidad, en la Unión hay 43 millones de estos trabajos.

En la UE, uno de cada cinco jóvenes menores de 25 años está desempleado. Un tercio de estos jóvenes caen en la categoría de "sin perspectivas de futuro". Según las estadísticas europeas, esto implica que son pobres, con unos ingresos inferiores al 60 % de los ingresos medios, que tienen una carencia material grave y que tienen muy pocas posibilidades de encontrar un trabajo adecuado. Por primera vez, podríamos encontrarnos en una situación en la que los jóvenes sean más pobres que sus padres, lo que “podría tener consecuencias desastrosas desde el punto de vista económico y social", señala la consultoría McKinsey. En los países ricos, del 65 al 70% de los hogares vieron como disminuían sus ingresos reales entre 2005 y 2014, calcula McKinsey. Esto significa que para más de 540 millones de personas, los ingresos han disminuido o se han estancado.[ii]

Cuando los ingresos de quinientos millones de personas se estancan o disminuyen, el consumo disminuye. No hay que ser un gurú económico para entenderlo. La drástica política de austeridad y los consiguientes aumentos de impuestos han paralizado así un primer motor de recuperación.

 

La inversión pública está parada. Por imperativo legal 

El segundo motor, el de inversión pública, también está paralizado. El Estado ha gastado su dinero en salvar bancos, aumentando la deuda pública. Hoy en día, el dogma de limitar la deuda pública reina en la Unión europea. Es más que un dogma. Este principio ha sido consagrado en el Tratado de Estabilidad, coordinación y gobernanza (TECG) en la primavera de 2012. El Tratado la establece como "regla de oro" inamovible. Los términos aparecen tal cual en el pacto y adquieren un significado casi religioso. ¡Cuidado con el estado que se atreva a romper la regla de oro! Cada año, el déficit presupuestario debe reducirse en un 0,5% del producto interno. Cada año, la deuda pública debe reducirse en una quinta parte, para alcanzar un máximo del 60% del producto interno. Y todos los paises deben incorporar esta regla de oro en su legislación. 

Esta política es “un Abu Ghraib para los keynesianos”,[iii]escribe el profesor Ewald Engelen. Otro profesor, Paul De Grauwe, está totalmente de acuerdo con ese punto de vista. “No hay argumento económico alguno que justifique la teoría de que la ratio de deuda pública debe tender a cero. El Estado invierte en infraestructura, educación, orden y seguridad. Estas inversiones son cruciales para la productividad y el bienestar económico de un país. No hay una razón económica sólida por la que las inversiones no puedan ser financiadas por la emisión de bonos” escribe, y se indigna de que “la teoría subyacente es que el estado no aporta ninguna contribución productiva a la economía y sólo malgasta el dinero. Es una teoría cínica que nos hace retroceder unos cien años en la historia económica."[iv]

El TECG es una prisión presupuestaria que impide a los Estados miembros lanzar grandes inversiones en tiempos de crisis. Y lo peor es que los socialdemócratas también han aprobado esta camisa de fuerza. Este pacto presupuestario obliga a los Estados a miembros a restricciones sin sentido. 

Toda esta política de austeridad tiene un efecto multiplicador sobre la crisis. Un multiplier effect, en la jerga económica. La reducción de salarios y subsidios reduce el poder adquisitivo. Lo que, a su vez, reduce los ingresos: los que compran menos pagan también menos impuestos. El Estado recauda menos ingresos y, como no puede quedarse en números rojos, no tiene otra opción que sacar la tijera y reducir el presupuesto. Los excedentes presupuestarios que se obtienen se asignan al reembolso de los intereses de la deuda. La consultoría McKinsey resume bien la situación: “El Fondo Monetario Internacional prevé que, en la Unión Europea, la proporción del gasto público total sobre el producto interno disminuya del 48,4% en 2011 al 45,5% en 2017. Sin un cambio drástico en la política actual, es poco probable que el gasto público suponga un estímulo significativo para el crecimiento.”[v]

 

Las principales empresas europeas se sientan sobre una montaña de 3.2 billones de euros de liquidez

El tercer motor que podría reiniciar la economía enferma es la inversión privada. Desde 2007, la inversión privada ha caído drásticamente. McKinsey escribe: “El declive de las inversiones privadas en Europa entre 2007 y 2011 apenas es considerado como una característica de la crisis financiera. Y, sin embargo, no tiene precedentes. La inversión privada en la Unión Europea bajó en 354 000 millones de euros, veinte veces más que la disminución del consumo privado y cuatro veces más que la disminución del producto interno bruto real.”[vi]

Mientras la población malvive por el peso de las políticas de austeridad, el dinero se acumula en las empresas. Desde 2008, han efectuado operaciones de saneamiento, poda y reestructuración para absorber los efectos de la crisis económica. Las más débiles han sucumbido, mientras las más fuertes han acumulado montañas de reservas que utilizan para recompras. Las grandes empresas se han beneficiado de la política de dinero gratis para recomprar sus propias acciones. Han recurrido al canibalismo financiero para aumentar el precio de sus acciones. O han transferido sus excedentes a fondos especulativos. 

A finales de 2011, las empresas que cotizan en bolsa en Europa estaban sentadas en una montaña de dinero por de 750.000 millones de euros. Tres años después, en septiembre de 2014, esta montaña ascendía a 3.2 billones, según el Finantial Times. El periódico financiero británico concluye que la gran empresa europea muestra mala voluntad y se niega a utilizar cantidades relevantes de este dinero para hacer inversiones reales.

Casi no hay inversiones nuevas. Todo o casi todo son inversiones de racionalización. "Fusiones y las adquisiciones alcanzan altitudes estratosféricas”[vii]escribía el diario De Tijd a principios de noviembre de 2015. La estratosfera es la capa de la atmósfera que va desde los 10-15 kilómetros de altitud a los 50 kilómetros. Imposible sobrevivir en ese entorno. El periódico francés La tribune escribe: “Para los banqueros de inversión, la depresión post-crisis de 2008 ha pasado al olvido. El repunte del mercado mundial de fusiones y adquisiciones, que comenzó en 2013, no se detiene. Al contrario: con 4.1 billones de transacciones anunciadas, lo que supone un aumento del 41% en comparación con el año pasado, el año 2015 logra el mayor récord desde... 1980.”[viii]Las principales empresas europeas siguen esa tendencia mundial y también han establecido un récord con 808.000 millones de euros. Incluyendo las mega-fusiones de Bayer-Monsanto y Siemens-Alstom.

Crecer y acumular es la tendencia general. En septiembre de 2016, el Finantial Times escribe que el número anual de fusiones y adquisiciones se había más que duplicado en comparación con los años 1990. Según el periódico esta concertación es más inquietante en los Estados Unidos. La participación de las 100 mayores empresas en el producto interior aumentó del 33% en 1994 al 46% en 2013. El número de nuevas empresas en el mundo de los negocios nunca ha sido tan bajo desde 1970. Desaparecen más empresas de las que se crean. El periódico concluye que “La corrección automática de la concentración del mercado es más cuestionable que nunca. La desaceleración del crecimiento proporciona un incentivo para que las empresas compren a sus rivales y reduzcan costes.”[ix]

Sus colegas británicos del periódico The Economist ya han hecho sonar la alarma. “Desde 2008, las empresas estadounidenses se han lanzado a la mayor serie de fusiones de la historia de su país, por valor de 10 billones de dólares" El periódico señala que estas fusiones y adquisiciones no son ventajosas para sus clientes, sino que se atesora dinero y maximizan los beneficios. The Economist escribe: “Los beneficios han aumentado en la mayoría de los países ricos en los últimos diez años, pero este aumento ha sido más marcado en las empresas estadounidenses.  Como la propiedad está cada vez más concentrada, los frutos del crecimiento económico se concentran. Esta es una de las razones por la que dos tercios de los estadounidenses, incluidos republicanos, han comenzado a pensar que la economía favorece indebidamente a los intereses de los poderosos.”[x]

Fusiones y adquisiciones sí, inversiones para crear puestos de trabajo no. Buen negocio para los bancos de inversión y los intermediarios. Los tres bancos de inversión que precipitaron al mundo son los que mejor parados salen hoy. “2015 será un año extremadamente lucrativo para Goldman Sachs. Sus competidores, Jp Morgan y Morgan Stanley, le siguen a distancia respetable”[xi]escribe De Tijd

¿Podemos imaginar una situación más perversa? A pesar de las masas de dinero inyectado en la economía, a pesar de las tasas de interés súper bajas, las grandes empresas no invierten. Sin embargo, obtienen beneficios. Altos. Desmesurados. ¿Adónde van estos beneficios fenomenales? A colocaciones, derivados financieros y fondos especulativos. Exactamente igual que antes de 2008. En plena crisis, el capital se sobrevalua en bolsa acompañado de un excedente de liquidez. El mundo al revés... hasta el próximo crack. 

Es extremadamente raro que todos los motores de una aeronave fallen simultáneamente. La mayoría de los aviones multimotores pueden seguir volando con un solo motor. Mientras un motor esté en marcha, se puede intentar reiniciar los otros. Pero cuando todos los motores fallan, el avión se vuelve incontrolable. Es el fin.

En el seno de la Unión Europea, todos los motores están fallando progresivamente. Nadie invierte: ni las familias, ni el Estado ni las empresas. El monto acumulado invertido por los hogares, el Estado y las empresas en la Unión en la actualidad es inferior al de 2007. Al comparar la curva previa a 2007 con la de la inversión actual, se observa que las inversiones han caido en 260.000 millones anuales. Incluso si omitiendo al sector de la construcción, la diferencia sigue siendo de 160.000 millones de euros anuales. Es la cifra que daba el grupo de reflexión Bruegel en 2014: “Las cifras muestran que Unión europea se sitúa sustancialmente por debajo de la tendencia a largo plazo. Dada la importancia prioritaria de las inversiones para el crecimiento a corto y largo plazo, esta evolución es muy inquietante”.[xii]

Es claro como el agua: para reiniciar los motores, debemos perseguir una política diametralmente opuesta a la que aplicamos, en vez de conformarse con cambios a medias. Debemos despertar a todo el capital dormido y atrevernos a tocar la omnipotencia de las grandes empresas.

 

 

 

[i]KUT Etische Perspectieven 23(4). 2013

[ii]McKinsey Global Institute Report Poorer than their parents? Flat or falling incomes in advances economies, 2016.

[iii]De Growne Amsterdammer, 2015

[iv]De morgen, 5 septiembre 2011

[v]McKinsey Global Institute, Investing in growth: Europe´s next challenge, 2012

[vi]Idem

[vii]Finantial Times, 14 Septiembre 2014

[viii]De Tijd, 4 noviembre 2015

[ix]La tribune, 29 diciembre 2015

[x]Finantial Times, 17 septiembre 2016

[xi]The economist, 26 Marzo 2016

[xii]De Tijd, 4 noviembre 2015