Blog de ajl

Alemania: el modelo imposible

La política europea está condenada al fracaso. Llevará a un empobrecimiento de la población en la mayoría de los países, obstaculizando el desarrollo del mercado interior. Las únicas posibilidades serán las de exportar fuera de la Unión, a regiones con un crecimiento más lento. Sólo Alemania podrá lograrlo, porque exporta coches, máquinas y medicamentos de lujo de los que nadie puede prescindir. Por su lado, la aceituna griega o el tomate español tienen todas las papeletas para no encontrar comprador.
 

Las ilusiones de la salida por la izquierda de la UE

En 2015, el fracaso del Gobierno griego a la hora de negociar el fin de la austeridad impulsó los debates estratégicos en el seno de la izquierda europea. Estos debates tratan esencialmente sobre la alternativa. ¿Debería democratizarse la UE? ¿O deberíamos crear un “Leftit” (“una salida por la izquierda”): un gobierno de izquierdas que abandone la zona euro o la UE? Más allá de los aspectos positivos, ambos enfoques olvidan completamente los temas centrales del gobierno y el poder. Limitan el horizonte estratégico de la izquierda a una mejor gestión del capitalismo. ¿Hay alguna otra estrategia?
 

Los precarios ¿Nueva clase social?

Los miembros más precarios de la sociedad - muchas veces jóvenes, los inmigrantes, la gente de color y otros- reconocen su lugar en este nuevo segmento del proletariado, y nacen con una especie de mal presagio, con menos derechos. En consecuencia, deben luchar por todos los medios para recuperar esos derechos. Al mismo tiempo, los sectores más tradicionales de la clase obrera, que han heredado los vestigios de los sindicatos y del estado de bienestar, saben que deben luchar para preservar sus propios derechos y proteger sus condiciones laborales del tipo de degradación que conocen los trabajadores precarios. El destino de estos dos polos de la "clase que vive en su trabajo" está completamente ligado

¿Qué pasa si fallan todos los motores?

Durante años, los economistas liberales repetían una y otra vez que teníamos que hacer recortes al máximo, para que los empresarios y los consumidores recobrasen la “confianza”, para que la economía volviese a ganar impulso y para que las empresas invirtiesen de nuevo. Según ellos, todos los “costes” que constriñen a las grandes empresas deben bajar: salarios, cotizaciones a la seguridad social e impuestos. Debemos limitar las intervenciones del Estado y la protección social, nos repitieron sin cesar durante 8 años. Privatizando las empresas públicas podremos penetrar en nuevos mercados. Y después, las grandes empresas volverán a invertir de nuevo. ¿en serio?

Democratizar la digitalización

En un abrir y cerrar de ojos, hemos pasado de la economía colaborativa, a una economía de control, top-down, de arriba abajo. Y en esta economía, Uber, Airbnb, y otros, se han convertido en instituciones autoritarias que fijan sin ningún contrapeso la remuneración de los servicios, imponen los códigos a los usuarios y pueden despedir al trabajador de su plataforma de la noche a la mañana sin que éste tenga nada que decir. Estos nuevos gigantes no obedecen a ninguna norma o acuerdo y desprecian los derechos sindicales y los estatutos laborales. Son rodillos apisonadores que ponen en peligro toda protección social.

 

La reducción de la jornada laboral y la igualdad de la mujer

Hay cuatro razones por las que una semana de trabajo más corta sería beneficiosa: redistribución del trabajo, igualdad de género, salud y más tiempo para el esparcimiento personal. Pero, the proof of the pudding is in the eating dicen en "el otro lado del Canal". ¿Funciona realmente la semana de 30 horas? Suecia ya la puso en práctica hace tiempo. Han pasado catorce años desde que el Centro de Servicios de Toyota de Gotemburgo, la segunda ciudad más grande de Suecia, introdujo la jornada laboral de 6 horas con mantenimiento salarial, sin que se haya cuestionado ese principio hasta ahora.

El PTB belga en pleno crecimiento

Aunque tengamos el éxito electoral que nos dan esas encuestas, debemos ser capaces de poner en marcha una política realmente diferente. Estamos diciendo a todo el mundo, y honestamente, que, si no somos capaces de construir un contrapoder mínimo y si no tenemos las condiciones para imponer cierto número de políticas, entonces corremos el riesgo de asistir a un escenario tipo Syriza. Es decir: ser elegidos con mucha esperanza por el pueblo y tener que llevar a cabo en el gobierno las políticas contrarias a las defendimos al salir elegidos.

Porqué existe la brecha salarial de género

La economía doméstica sigue organizando una parte del trabajo necesario para la reproducción social, y alguien tiene que hacerlo. Básicamente, hay tres formas de reducir la carga de trabajo de las mujeres en el hogar: (1) los hombres realizan una mayor proporción de las tareas domésticas; (2) la productividad del trabajo en estas tareas aumenta; (3) las tareas salen de la economía doméstica.

 

 

Porque no se debería apoyar nunca la legalización de la prostitución

Algunos hombres de izquierdas han abrazado los argumentos liberales poniéndoles un color socialista. Están de acuerdo en decir que las prostitutas están siendo explotadas, pero también el resto de los trabajadores, así que ¿por qué tomar medidas especiales solo con el sexo? Para ellos, quienes se oponen son personas de anticuada mentalidad puritana. La respuesta más simple a este argumento es declarar que los socialistas queremos abolir todo tipo de explotación. Quisiéramos una ley que prohíba el empleo de mano de obra asalariada, como la ley Soviética. Hasta que no obtengamos esto, apoyamos a todos y cada uno de los pasos necesarios para tomar medidas enérgicas frente a la explotación. Jamás nos debemos alinear con aquellos que, por sus propios intereses comerciales, desean abrir nuevos ámbitos de explotación.

Renta básica: génesis de una idea neoliberal

Aunque los sistemas de renta básica o de impuesto negativo nunca se han aplicado plenamente, el espíritu de estas propuestas ha dominado las políticas sociales europeas en las últimas décadas: reducir el gasto público destinado a la comunidad, garantizando al mismo tiempo ciertos derechos residuales para los más pobres. Por lo tanto, estas políticas acompañan el lento desmantelamiento de los derechos sociales ofreciendo una pequeña compensación por el ahorro logrado en el gasto público. Conocemos los efectos de esta política. La riqueza ha aumentado considerablemente, pero está cada vez peor repartida. De esta manera, la ambición de combatir la desigualdad se ha sustituido por la de luchar contra la pobreza. Sin embargo, más que una mera variación léxica, hemos asistido a una reconfiguración de todo un imaginario político. La pobreza, desconectada de la desigualdad, ya no se concibe como una consecuencia de la distribución desigual de la riqueza.